viernes, noviembre 27

Un año en metamorfosis

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Tomado de rizomatica.net
Este blog cumple hoy un año. Son 365 días llenos de aprendizajes, de compartir y de recibir inmensa cantidad de aportes desde las diversas vías que permite hoy la tecnología.
Es, también, un año de entender mejor, de primera mano y sumergiéndome en ello, los cambios revolucionarios que está viviendo el periodismo. Hay cambios sí, pero no me cansaré de decirlo: son cambios en las formas, no en las esencias.
Hoy, un año después, es hora de un pequeño balance. Los periodistas tenemos siempre ese deseo de revisar números, de escudriñar porcentajes, de tratar, inútilmente, de descifrar la realidad con cifras. Y una vez hurgadas a través de la tecnología que hace ahora la vida más fácil, encuentro que lo más interesante es ratificar la capacidad que tiene la web de diseminar ideas por todo el mundo. Las casi 6 mil visitas a este blog en este periodo, que han revisado unos 10 mil links, provienen de 66 países y 738 ciudades del planeta. Ecuador, Estados Unidos, España, México, Colombia, Argentina, Venezuela, Chile, Perú y Brasil, son los diez países que más lectores han arrojado. Suena a cifra importante, pero no. Así es el internet, miles de bloggers de distintas partes del mundo, ciudadanos digitales anónimos en Twitter, Facebook o lo que sea, están compartiendo en este momento, con miles más, sus ideas, sus propuestas, sus inquietudes, sus gritos. Es una carretera sin pausas, sin límites. Inagotable. Incontrolable.
Quisiera postear más, es cierto. Habrá que quitarle segundos a las pausas, que también son necesarias. Lo que sigue vigente es el deseo de mediar, como lo decía en mi primer post.
Gracias a todos esos lectores que se han tomado un tiempito para pasar por acá.

sábado, noviembre 21

Lean El Ciudadano, lean a 'periodistas' que no creen en el periodismo

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Tomado de noticias24.com vía Presidencia de Ecuador.

El Presidente Rafael Correa nos manda a leer El Ciudadano. Dice que ahí sí se hace buen periodismo. Que ahí se cuenta lo que realmente pasa y lo que no se publica en esos otros medios, los corruptos, los mafiosos, los de reporteros y editores títeres. Nos pide leerlo, ya que en esa Redacción del medio estatal sí reina la objetividad y la verdad.
Allí, los titulares no pecan de sesgados. Son equilibrados y no ofenden. En fin, es un periodismo de primera, como para que los ecuatorianos estemos totalmente informados.
El Presidente nos pide, además, que botemos al tacho de la basura a los demás medios. No los lean, no los vean, no los oigan, nos sugiere cada sábado. A los corruptos, me refiero. A esos que aún ejercen la crítica a su gobierno. Y que son cada vez menos.
Entonces abro El Ciudadano y me encuentro con 'periodistas' que no creen en el periodismo. Me encuentro con el inicio de una campaña, titulada La frase de la libertad de expresión, que dice: "Los periodistas dicen algo que saben que no es verdad con la esperanza de que, si lo siguen diciendo, acabará siéndolo". Arnold Bennett, novelista británico. Busquen un poquito sobre Bennett y se darán cuenta que también fue periodista. Uno mentiroso, por lo que veo.
Cuando el presidente me pide como ecuatoriano que lea El Ciudadano porque el resto de periodismo no sirve, ¿cuál es su mensaje? ¿Que este, el de El Ciudadano, es el periodismo que vale? ¿Este, el que en su filosofía apuntala al no creer en el periodismo, una de las piezas fundamentales por siglos en las sociedades democráticas? ¿El que no cree en la verdad como el capital fundamental a perseguir en el oficio? ¿Qué es, entonces, El Ciudadano? ¿Hay periodistas en su Redacción? ¿Se sienten periodistas? ¿Hacen periodismo? ¿Hacen propaganda? ¿Están conscientes de la diferencia?
El link de La frase de la libertad de expresión de El Ciudadano (que tiene también una versión impresa quincenal) está hasta este momento en que escribo. Por supuesto que hay los comentarios de sus lectores en contra de la prensa independiente. Duros, absolutos, generalizadores. Tienen su derecho, sus razones tendrán. Los otros, los que sé que otras personas han escrito, con altura, sin insultos, no aparecen. Sus editores, tan distintos, tan ajenos a las prácticas criticadas de los medios mafiosos, decidieron que no valía la pena leerlos. Vayan entonces. Corran a leer El Ciudadano. Van a estar informados.

martes, noviembre 17

¡No Benjamín, tú no puedes escribir eso!

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Los viejos tiempos del periodismo. Rolando Panchana, en su programa De la Vida Real.

Si Benjamín Carrión viviera en los tiempos de la Ley Panchana no podría dirigir un periódico. Peor podría atreverse a escribir una noticia en ese periódico.
Sí, Benjamín Carrión, el lojano trascendental. El ecuatoriano universal que entendió que este país tenía (tiene) una potencia cultural maravillosa y que esa debía ser su principal arma. Sí, Carrión, el escritor, el promotor cultural luminoso, el hombre admirado en el extranjero, el columnista de periódicos. Ese mismo, bajo el concepto de Rolando Panchana, hoy no podría escribir una línea de una noticia. O dirigir a otros que escriban esa noticia.
Igual le pasaría a Alfredo Pareja Diezcanseco, otro insigne escritor ecuatoriano, junto a quien fundó un efímero sueño periodístico: Diario El Sol, en 1950.
La lista de hipotéticos vetados podría crecer increíblemente en número y en calidad (con ejemplos nacionales y extranjeros, entre los que un símbolo es el idolatrado Gabriel García Márquez). La llamada Ley Panchana (ahora transformada súbitamente en Ley Carrillo) ese proyecto que pretende ser ley para los medios de comunicación del Ecuador, tiene, entre sus innumerables incoherencias, esta: "Las direcciones editoriales y la elaboración de la noticia en los medios, deberán estar a cargo solo de Periodistas Profesionales o Comunicadores Sociales titulados".
Ese debate, el de la gremialidad, ha sido superado hace décadas en otras latitudes. Quien ha hecho periodismo (y Panchana lo hizo) sabe que este oficio no es de un cartón. Sabe que es una vocación apasionada, un fuego que tiene, entre sus esencias, la misión de ser mediadores en una sociedad que necesita un vínculo entre el poder y su ciudadanía. Un nexo que le pida cuentas a ese poder para informarle a ese ciudadano que entrega sus votos, sus impuestos, su futuro. Un medio (ese es el real concepto de medio) que sea ese émbolo para darle información útil que le permita a ese ciudadano tomar decisiones.
Y eso no es exclusivo de un cartón de una facultad de comunicación social, sea excelente o pésima (al menos,en mi experiencia personal en una universidad estatal, vi algunos profesores que no sabían escribir un lead o que iban cuatro veces a clase en el año y no pasaba nada, y otros que no eran periodistas pero que tenían una pasión maravillosa para enseñar su cátedra).
El mismo Rolando Panchana, que, sin ser titulado en el área, ya que es abogado, hizo por tantos años periodismo de televisión en los grupos de poder que ahora critica, no podría haber hecho algunas de sus denuncias. Él, tan ávido de usar la polémica cámara escondida en sus reportajes de investigación, no la podría utilizar ahora bajo su propia propuesta. El artículo 22, demasiado subjetivo, presto a múltiples interpretaciones, prohíbe a los medios "difundir información que sea producto de uso de cámaras ocultas, grabadoras escondidas, teleobjetivos y métodos de encubrimiento, que impliquen intromisión en la vida privada de las personas y que viole su intimidad, salvo en los casos autorizados por autoridad competente".
Este proyecto de ley tiene como esencia la autocensura. Eso se busca al obligar anualmente a todos los medios a registrarse ante la futura nueva autoridad máxima: el Consejo Nacional de Comunicación e Información. Será una lección cada año. ¿Te portaste bien o te portaste mal? ¿Cuánto de esa carga podrá influir en las redacciones, en cada decisión editorial, en cada título pensado cuando se está cerca de la renovación del registro?
Sí, me dirán que aún no es ley, que la sorpresiva propuesta de Betty Carrillo recoge las ideas de todas las propuestas, que hay un debate, que tiene que ir al pleno de la Asamblea. Pero el solo hecho de que un ex periodista (porque Panchana traicionó, al igual que Carlos Vera, la esencia del oficio que lo hizo conocido para dedicarse a la política) proponga algunos de estos articulados resulta difícil de asimilar.
¿Que nos equivocamos los periodistas? Por supuesto que sí, no me cansaré de repetirlo y de aceptarlo. No hay profesión perfecta. ¿Que nos falta autocrítica? Desde luego, muchísima. Pero para esos errores, los graves, ya hay una legislación que condena esas infracciones. El resto, el peor castigo, es el que el propio consumidor de medios tiene en sus manos infringir: cambiar de canal, dejar de escuchar y ver. Dejar de comprar un periódico. Esa es la condena ejemplar en una sociedad democrática con ciudadanos críticos. El otro, el castigo más doloroso para esa sociedad es que una sola voz, acrítica, complaciente, le diga lo que pasa en su mundo. Sin matices, sin errores propios, solo ajenos. Que le narre, día a día, cómo su país es la tierra prometida.

domingo, noviembre 8

Quéjese en la red, se puede hacer famoso

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Video de United Breaks Guitars.


A Dave Carroll le rompieron su guitarra. Le había costado 3.500 dólares, pero empleados de United Airlines le destrozaron el mango al trasladarla durante una parada en Chicago.
El músico canadiense, integrante de la banda Sons of Maxwell, reclamó por nueve meses y la aerolínea, con nula autocrítica pese a lo evidente del desperfecto, no le pagó los daños. Harto por el asunto, Carroll tomó una decisión: luego de escuchar el último no de un funcionario de United, le advirtió que iba a componer tres canciones sobre el asunto con sus respectivos videos y que las colgaría en YouTube.
United Breaks Guitars (United rompe guitarras) es un hit. No solo que hace pedazos a la aerolínea de una manera divertidísima, sino que genera un debate muy rico sobre atención al cliente. A la hora que escribo esta columna se ha visto el video 5,8 millones de veces y tiene casi 23 mil comentarios. La imagen de United que, muy tarde, ofreció disculpas fervorosas, quedó por los suelos. Es un fenómeno que solo la red puede mover en estos momentos.
Esto del servicio al cliente es un tema demasiado interesante para un país como Ecuador, en donde hay la percepción generalizada de que se desconocen aquellas máximas sobre “el cliente es el rey” o que “siempre tiene la razón”. ¿Quién no tiene una historia de indignación por un pésimo servicio? Por filas interminables, por poses agresivas tras una ventanilla, por respuestas absurdas o por impuntualidad desesperante.
Quéjese en internet entonces. El ejemplo de Carroll me puso a pensar sobre las opciones que puede dar la red para quejarnos de todas esas malas caras y malos ratos. Hay websites muy duros, otros con una visión más positiva, pero siempre con la misma premisa: ser un canal de denuncia para beneficio de ambas partes: los que están fallando para rectificar y la ciudadanía que puede ser escuchada.
Apestan.com es un site que impresionantemente alberga quejas de toda Latinoamérica y de países de Europa. Hay la sección Ecuador, con sus provincias, donde puede ver cómo desfilan los supermercados, universidades, operadoras celulares. O vaya a banquejas.com y verá la protesta especializada sobre las esperas en las agencias bancarias, las críticas a las páginas webs de las entidades o las de los usuarios de ciudades como Loja que piden más cajeros automáticos. Siga la carretera de la crítica en serviciosecuador.blog.ec o en pesimoservicio.com
Sí, puede ser que haya ligerezas en algunos de estos websites en cuanto a la identidad de los denunciantes, a las reglas y filtros para protestar, pero hay algo que debe preocupar a los que ofrecen servicios: la capacidad de masificar y de reenviar la información crítica (la viralidad, le llaman los que manejan el marketing online) es impresionante. Así que si alguien lo saca de quicio, ya sabe dónde quejarse. Puede que tenga su cuarto de hora de fama si lo hace con gracia.