domingo, mayo 16

Murió el maestro, murió Carlos Villar Borda

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Carlos Villar Borda, periodista colombiano.
Foto: Diario El Universo

A Carlos Villar Borda lo conocí cuando yo recién empezaba a ejercer el oficio más maravilloso del mundo. Canoso, de paso lento, con sus lentes y barba de abuelo, muy acorde a los inicios de sus setenta. Tenía una voz fuerte para sentenciar algo, para decir que esto era o no era así.
Hablaba con pasión del periodismo, un oficio que para él era como respirar. Hablaba, también, con la entrega de una persona que estaba dedicada en esos momentos a formar periodistas. Tenía una visión clásica del periodismo, esa que te martillaba que los que comienzan en esto deben primero aprender a escribir bien un breve para luego querer hacer una crónica.
Tenía, además, varias manías de periodista, de esos que casi todo lo relacionan con el oficio, con la posibilidad de una noticia, de una foto. Con ese algo que puede terminar impreso en un papel periódico que te manche los dedos. Recuerdo cómo le fascinaba analizar las posibilidades de leads en una información dura. Pensaba que muchas veces podíamos ser audaces en sus encabezados sin perder la compostura, pero sobre todo creía en que había que sudar la palabra.
A Carlos Villar Borda, ese periodista colombiano que acaba de fallecer en Bogotá a los 84 años, le movía una pasión -que a veces parecía la de un niño-, al descubrir que detrás de eso de lo que estabas hablando había una gran historia, una posibilidad maravillosa para hacer una crónica.
Vivió caídas de presidentes, revoluciones, muertes de guerrilleros (informó del asesinato del Che Guevara en una reportería increíble que se reseña en su libro La Pasión del Periodismo). En un solo concepto que marcó al siglo XX: vivió la Guerra Fría. La reportó desde Washington, Nueva York, Bogotá, Caracas, La Paz, o desde donde le tocaba vivirla a través de su trabajo por más de dos décadas en la desaparecida United Press International (UPI), con la que realizó coberturas en más de 30 países. Fue, también, director de Lecturas Dominicales de Diario El Tiempo y recorrió Latinoamérica para dar asesorías.
Entre esas, ya en sus últimas etapas como parte fundamental en los procesos de cambio y modernización de Diario El Universo, en Guayaquil, tuve la suerte de recibir sus consejos. De poder acercármele después de una cobertura y preguntarle, angustiado, si lo había hecho bien.
De escucharlo entrar a la Redacción y alzar la voz para dirigirse a una periodista experimentada a la que él respetaba y solo saludarla con una palabra: ¡Periodista! Para él esa palabra encerraba un estilo de vida, un destino. Era, a la vez, fortaleza, vigor, amor, vocación de por vida.

sábado, mayo 8

Iguana Valley y el sueño del emprendimiento digital

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El conocimiento, si no se lo transmite, no sirve de mucho. Saber y compartir; entender y entregar; juntar y mediar. Ese es el concepto global de un grupo de profesionales ecuatorianos que quieren hacer algo distinto dentro de la comunidad tecnológica del país.
Tienen un nombre: Iguana Valley, una iniciativa que busca reunir a emprendedores en el área tecnológica y de internet de Ecuador y difundir conocimiento sobre estos campos para disminuir la brecha digital, ese hueco terrible que tienen los países en los que el acceso a las tecnologías no se da ampliamente por falta de infraestructura y por un problema mayor: el desconocimiento.
En plena era digital, Iguana Valley es el modelo ecuatoriano de iniciativas similares en otros países. México tiene Tequila Valley; Argentina, Palermo Valley; y Perú su Lima Valley, por citar tres ejemplos que acogen esa filosofía de trabajo: juntar talentos en un país para difundir conocimiento, generalmente de forma gratuita, y además posibilitar emprendimientos empresariales a partir de esos encuentros entre gente con capacidades distintas pero una necesidad mutua: el deseo de crear sus propios negocios.
Lo del concepto Valley tiene su origen en Sillicon Valley, esa área de California en donde grandes industrias de la tecnología se han asentado ya por décadas. Acá, en Ecuador, el Iguana Valley recién empieza (tiene poco más de un año de actividad), con grandes sueños de unas 40 personas involucradas, principalmente profesionales de Guayaquil y Quito.
Por ahora lo que se cocina es un nuevo BarCamp (un evento informal al que se lo llama desconferencia, en que se junta a quienes deseen dar charlas gratuitas sobre múltiples temas tecnológicos) y se intenta formalizar un sábado cada mes un evento denominado Refresh, en los que se convoca a la comunidad interesada para tratar un tema específico.
Eduardo Béjar, director de la Fundación de Ayuda para el Internet (Fundapi), uno de los involucrados en Guayaquil con Iguana Valley, recuerda que es importante el concepto de emprendedores en este proceso de la agrupación. “Siempre recuerdo que les decía a mis alumnos que con la misma conexión (a internet) que ellos tienen ahora en su casa se creó Facebook, Google, Yahoo”. Para él, es necesario juntarse y dejar a un lado la ley del menor esfuerzo y la retribución inmediata.
Iván Lasso, un profesor de informática español radicado en Quito desde hace casi catorce años, es otro de los integrantes de la comunidad. Él recalca que lo que los une con mayor énfasis es el deseo de difundir el manejo adecuado de la tecnología, mientras que otro miembro de la comunidad, Eduardo Palacios, uno de los editores de Tecnodatum, piensa que es necesario abrir los ojos a la gente.
Esa mirada amplia implica abrir el grupo y lograr llegar a capacitar a cualquier profesional que quiera mejorar en su trabajo con herramientas que están allí, al alcance de la mano. Esas que para los curiosos basta buscarlas en Google en la forma de un tutorial que explica qué hacer con cualquier software o aplicación que parezca difícil. Solo hay que tener la iniciativa y dejar atrás ese mito de que la tecnología es exclusiva de iluminados.

sábado, mayo 1

La hora del absurdo, de los muertos, de la intransigencia

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Tomado de http://www.javiervelilla.es/

A veces uno llega a creer que en Europa no se respiran los absurdos que en esta América hermosa y diversa. Pero cuando se lee lo que pasa en Italia y las perlas de su primer ministro, el todopoderoso Silvio Berlusconi, uno recuerda que al menos una parte de esa Europa es tan cercana en esencia a nuestras tragedias.
Berlusconi responde al prototipo del líder prepotente. A esos de los que no importa si los clasificamos en la derecha o en la izquierda radical. Son prepotentes. Y punto. Y como tales no les gusta la crítica. Fácil deducción entonces: no les gusta la prensa. Al menos que no sea crítica o al menos que sea de ellos. O al menos que esté entregada a las mieles de ese poder, y que jueguen a la maravilla de ver, oír y callar. Les gusta la que usa vendas, tapones y esparadrapos, algunos sin siquiera saber que los llevan puestos, que es lo más doloroso.
Recuerdo a Berlusconi estos días en que hablamos más de la Libertad de Prensa, cuyo día especial se conmemora este 3 de mayo. A ese Berlusconi que hace poco acusó públicamente a Roberto Saviano -el periodista y escritor italiano que publicó Gomorra y desnudó la miseria y corrupción en las entrañas de Italia-, de hacerle publicidad a la mafia y de dañar la reputación de todo un país.
Berlusconi quisiera un ejército de periodistas ataviado de vendas, tapones y esparadrapos. La Italia ideal para el magnate de medios y de incontables empresas de todo tipo, es esa: una Italia con periodistas como los de sus medios, esos que celebran, que aplauden, que sonríen, que denigran.
Berlusconi en Italia; Ahmadineyad en Irán; Fidel Castro en Cuba; Hugo Chávez en Venezuela; Cristina de Kirchner, en Argentina; Rafael Correa en Ecuador; Álvaro Uribe en Colombia. Todos tienen en común su antipatía a la prensa no complaciente (la otra, la sorda, ciega y muda, la ven como simplemente una dependencia pública más). Todos coinciden en el poco entendimiento que tienen de sus esencias, de comprender que es una pieza fundamental en las sociedades democráticas que necesitan herramientas de contrapoder, de fiscalización a su poder. Todos comparten el ignorar la esencia de un oficio repleto de complejidades y errores, pero piedra angular en la historia como difusor de información que luego se ha transformado en conocimiento.
Es este lunes el Día de la Libertad de Prensa. Hora de volver a reflexionar sobre estas presiones. Recordar a los muertos, analizar la violencia contra el oficio. Fueron 99 los periodistas asesinados en el 2009; 136 los encarcelados en el mismo año. El oficio en México sigue desgarrándose e inclinándose ante el horror del narcotráfico, de la rutinización de la tragedia y la inoperancia de sus autoridades; Honduras rompe récords con siete periodistas asesinados en los últimos dos meses. En Cuba -donde hay 27 periodistas presos, entre ellos la primera blogger encarcelada, Dania García-, se intenta silenciar a las voces que gritan por la web el dolor de vivir en un país donde no hay libertades básicas como las de expresión o movilización. En Argentina, a la prensa que antes fue amiga, hoy se la denigra con carteles públicos, al más puro estilo del fascismo.


Carteles en Buenos Aires contra el grupo Clarín.
Tomado de
www.medimanagementblog.files.wordpress
La lista, lastimosamente, es más amplia. Los peligros, las tensiones, los dolores para el periodismo y toda la sociedad, pueden palparse en un viaje imaginario tipo Google Earth por Latinoamérica; cruzar el Atlántico a la vieja Europa evadiendo mafias rusas e italianas enquistadas en las esferas del poder; atravesar el Medio Oriente esquivando las balas de la intolerancia político-religiosa; sobrevolar por China y franquear otra muralla, esa que se edifica contra internet y luego llegar a África para sobrevivir en medio de dictaduras que importan poco al mundo noticioso.
Es la hora del absurdo. Siempre lo ha sido. Es la hora de los muertos. Que ahora crecen con mayor impunidad. Es la hora de la intransigencia. La eterna, la milenaria.