domingo, agosto 1

La ética de compartir



Somos responsables de conectar gente. Hablo de la conexión en internet. En cualquier lugar del mundo, en este momento, hay alguien que ha leído algo que otro le ha pasado y que a su vez ese otro puede haberlo conocido en un espacio pequeño de algún website. Lo hizo porque halló un link, ese vínculo que encontramos en internet, generalmente en la forma de una manito sobre la que nos posamos y le damos clic.
Esa capacidad de regar información que luego puede ser conocimiento tras un proceso de múltiples cerebros involucrados en ello, la podemos tener cada uno de nosotros en internet. Es lo que se ha denominado la ética del link.
Así la teoriza Jay Rosen, prestigioso profesor del área de periodismo de la Universidad de Nueva York y autor del blog PressThink, un espacio que busca profundizar sobre la prensa y entenderla como un “fantasma de la democracia” en la maquinaria mediática. Un fantasma positivo, por supuesto. Necesario como institución sólida e independiente en las sociedades democráticas.
“Cuando conectamos (ponemos links) estamos expresando la ética del internet, que es el conectar a la gente con el conocimiento. Y la razón por la que usamos links no tiene nada que ver con el copyright, tiene que ver en cómo hacemos que la web sea una web de conexiones y así es como conectamos el conocimiento con las personas”, asegura Rosen.
Las reflexiones del académico apuntan a entender todo un proceso del internet, aún en marcha, en el que el compartir, sin egoísmos, es clave. En el que entregar algo en esa virtualidad, cada vez más orientada a una conexión horizontal y en microsociedades debido a las redes sociales, pueda hacer clic en alguna remota parte.
Lo que Rosen afirma nos puede tocar a todos los internautas. Desde el pequeño blogger que cuenta sus historias sentimentales o deportivas en la red, o el usuario de Facebook o Twitter que comparte una lectura enriquecedora con sus amigos a la par que cuenta su día a día, o el gran medio de comunicación que tiene claro que su sitio no puede tener toda la información, sino que debe –como parte de su ética y compromiso con sus usuarios– compartir otras lecturas, de otros sitios, que puedan dar más contextos a su información.
Es entendernos como pequeños engranajes de una cadena gigantesca que en cualquier momento pueden ser útiles para transmitir pequeñas dosis de cambios, positivos ojalá. Para hacer de esa cadena una estructura poderosa, con todos sus eslabones unidos.
Y en esa dosis de cambio y de esa ética del compartir, Guayaquil vivió exitosamente su segundo BarCamp, con una serie de “desconferencias” con mucha informalidad pero con gran intensidad de deseo de difundir conocimientos.
Ojalá muchos de esos miles de eslabones (presenciales y virtuales) que se juntaron allí, en el campus de la Espol y fuera de él, se agrupen y estructuren ideas para la ciudad, el país y el mundo.

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