lunes, noviembre 8

Wikileaks y su alerta al periodismo

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Collateral Murder (asesinato colateral), un video documento filtrado por
Wikileaks. Las imágenes son fuertes y tienen que ver con la muerte de civiles
en territorio iraquí el 12 de julio del 2007. Los que disparan son militares
estadounidenses a bordo de un helicóptero Apache. Ellos creyeron que las
víctimas, entre las que estuvo un fotógrafo de Reuters, eran rebeldes.
El asunto fue ocultado. Este video es editado, el documento oficial de
Wikileaks está acá y requiere ingresar con usuario a YouTube.

Wikileaks es una alerta más para el periodismo tradicional. Otra, agregada a todas aquellas que hoy cercan al oficio periodístico y que tienen que ver con la evolución eficaz de su modelo económico, basado en realidades del siglo XX, hacia uno fundamentado en el predominio de internet en las audiencias de este siglo XXI.
Wikileaks, este sitio web rebelde, con una estructura apoyada en el anonimato y la clandestinidad, ha filtrado miles de documentos secretos de las polémicas guerras modernas de los EE.UU. (Afganistán e Iraq), y otros más sobre negocios turbios de poderosos bancos o de estructuras religiosas con muchísimo poder. El sitio está abierto a entregar al mundo cualquier información que se le haga llegar de forma anónima y que previamente sea filtrada por su equipo de periodistas y expertos que trabajan como voluntarios.
Con sus filtraciones –que han demostrado con documentos oficiales crueldad y negligencia en Afganistán e Iraq de algunos soldados estadounidenses, y el silencio cómplice sobre muertes de civiles de varias de sus autoridades militares– Wikileaks reabre varios debates periodísticos, entre ellos uno sobre el cada vez más difícil periodismo de investigación en medios tradicionales.
Caro, complicado, de largo aliento. Peligroso. No es que no se haga o esté extinto este periodismo de investigación (el real, el de grandes investigaciones metodológicas que terminan con certezas y a veces, si a la justicia le importa, con gente pagando por su corrupción), pero si el mismo Leonard Downie Jr., quien fuera editor ejecutivo del The Washington Post por 17 años, se hace la siguiente pregunta: “¿Podríamos develar hoy un Watergate?”, las dudas aumentan.
¿Hay una deuda en la fiscalización al poder de parte de los grandes medios? Hay algunos que opinan que sí. Julian Assange, el polémico fundador y editor de Wikileaks, obviamente, es uno de ellos. El australiano, con pasado periodístico, considera que hay un “estado de impotencia del periodismo” en este aspecto.
“El mayor abuso es la guerra contada por los periodistas. Periodistas que participan en la creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales”, critica Assange en una entrevista dada a El País de España.
El fallecido Ryszard Kapuscinski, célebre periodista polaco, hablaba también sobre las limitantes de las coberturas periodísticas dependientes del poder: “Cuando me pidieron ir a la guerra de Iraq yo dije que no: no me interesaba este tipo de cobertura que depende solo de los boletines del estado mayor. Así no hay periodismo posible, ya que no hay forma de saber sobre el terreno en qué medida esa información refleja o no la realidad”.
¿Wikileaks marca una nueva forma de hacer periodismo? “Tal vez lo que estamos presenciando no sea el nacimiento de un nuevo tipo de periodismo, sino un mundo donde ahora es muchísimo más arduo para los gobiernos y otros ocultarle información a la opinión pública”, reflexiona Hilary Bishop, de la BBC.
Es tan cierto. La obligación del periodismo –esa de fiscalizar al poder y que este acepte esta fiscalización como parte de una institución necesaria en las sociedades democráticas– está intacta. Y puede tener ligada a un ejército de personas detrás de sus computadores o teléfonos móviles que, de repente, pueden apretar Enter y entregar aquella información que algunos no quieren que se sepa.