El periodista Lasantha Wickrematunge.
Tomado de postchronicle.com
Lasantha Wickrematunge fue asesinado. Le dispararon dos hombres en un suburbio de Colombo, en Sri Lanka, el pasado 8 de enero, solo tres días después que este editor en jefe del periódico The Sunday Leader de este país predijera su propia muerte en manos de la maquinaria del horror del gobierno.
Crítico feroz de los excesos en el poder de un Gobierno cingalés famoso por su intolerancia hacia una prensa independiente, Wickrematunge era uno de los periodistas más conocidos de Sri Lanka, el país asiático (ex colonia británica) que lleva una guerra civil intensa desde 1983 con la guerrilla de los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE).
Tres días antes de su muerte, Wickrematunge, de 50 años, escribió este texto en inglés en The Sunday Leader , periódico que fundó. Lo tituló "Y luego vinieron por mí". Es una promesa ante el oficio. Es una confesión de amor por el periodismo. Es, también, un texto necesario de conocer. Por eso les adjunto la traducción íntegra del contenido que considero valioso para entender la realidad lacerante a la que se puede llegar en cualquier latitud por las miradas estrechas y equivocadas ante la libertad de prensa. La mayor parte es traducción mía y la otra la obtuve del suplemento Crónicas de El Mundo de Madrid, que asegura que la posición del director del Leader era aún más comprometida "porque iba contra la corriente de una sociedad que, alimentada con fuertes dosis de nacionalismo y patriotismo militante, celebraba estos días con juegos artificiales y petardos las victorias militares que han llevado a las fuerzas gubernamentales a controlar la práctica totalidad de la península de Jaffna".
Y luego vinieron por mí
Por Lasantha Wickrematunge
Ninguna otra profesión llama a sus practicantes a rendir sus vidas por su arte, salvo las Fuerzas Armadas y, en Sri Lanka, el periodismo. En el curso de pocos años, los medios independientes han estado cada vez más bajo un ataque en crecimiento. Tanto medios electrónicos como impresos han sido quemados, bombardeados, cerrados y coercionados. Innumerables periodistas han sido acosados, amenazados y asesinados. Para mí ha sido un honor pertenecer a todas esas categorías y ahora, especialmente, a la última.
He estado en el negocio del periodismo por un buen tiempo. En efecto, este 2009 será el año número 15 de The Sunday Leader. Muchas cosas han cambiado durante este tiempo, y no necesito decirles que la mayor parte del cambio ha sido para peor. Nos encontramos en medio de una cruel guerra civil proseguida por protagonistas cuya lujuria sanguínea no conoce límites. El terror, ya sea perpetrado por terroristas o por el Estado, está a la orden del día. El asesinato se ha convertido en la herramienta principal dondequiera que el Estado busque el control de los órganos de libertad. Hoy son los periodistas, mañana serán los jueces. Para ninguno de los dos grupos los riesgos han sido tan altos o las apuestas tan bajas.
¿Por qué entonces lo hacemos? A menudo me pregunto eso. Después de todo, también soy un esposo y el padre de tres hermosos hijos. También tengo responsabilidades y obligaciones que trascienden mi profesión, ya sea en las leyes o en el periodismo. ¿Vale la pena? Mucha gente me dice que no. Amigos me dicen que vuelva al bar, y Dios sabe que ello ofrece una vida mejor y más segura. Otros, incluyendo líderes políticos de ambos bandos, han buscado varias veces inducirme a ingresar a la política, llegando tan lejos hasta ofrecerme ministerios a mi elección. Diplomáticos, reconociendo el riesgo que enfrentan los periodistas en Sri Lanka, me han ofrecido salvoconductos seguros y el derecho de residencia en sus países. Cualquier cosa más por la que yo haya estado metido, no lo estuve por elección.
Pero hay un llamado que está más allá de las altas oficinas, de la fama, del lucro y la seguridad. Es el llamado de la conciencia.
The Sunday Leader ha sido un periódico controversial porque decimos lo que vemos: ya sea una pala, un ladrón o un asesino, lo llamamos por su nombre. No nos escondemos tras eufemismos. Los artículos investigativos que publicamos se han basado en evidencia documental gracias a la espiritualidad pública de ciudadanos que, con gran riesgo para ellos, nos dieron este material. Hemos expuesto escándalo tras escándalo, y nunca, por una sola vez en estos 15 años, alguien nos ha probado algún error o nos ha enjuiciado con éxito.
La prensa libre sirve como un espejo en el que el público puede verse a sí mismo sin una máscara y gel corrector. Ustedes aprendieron de nosotros la realidad de la nación y especialmente su manejo por la gente que eligieron para darle a nuestros niños un futuro mejor. Algunas veces la imagen que ven en ese espejo no es placentera. Pero mientras ustedes puedan refunfuñar en la privacidad de su sillón, los periodistas que les sostienen el espejo levantado lo hacen tan públicamente y con un gran riesgo para ellos. Ese es nuestro llamado y no le rehuimos.
Las secuelas de la guerra civil en Sri Lanka. Pueblos divididos y más de
50 mil muertos, según datos de la BBC. Tomado de catchthefire.com.au
Cada periódico tiene su postura y no escondemos el hecho que tenemos la nuestra. Nuestro compromiso es mirar a Sri Lanka como una democracia transparente, secular y liberal. Piensen en esas palabras, porque cada una de ellas tiene un profundo significado. Transparente, porque el gobierno debe ser una cuenta abierta al pueblo y nunca abusar de su confianza. Secular, porque en una sociedad multiétnica y multicultural como la nuestra, el secularismo ofrece el único terremo común por el cual podríamos estar unidos. Liberal, porque reconocemos que todos los seres humanos son creados diferentes y necesitamos aceptar a los otros por lo que son y no por lo que nos gustaría que fueran. Y democrática... bueno, si necesitan que les explique por qué esto es importante, mejor dejen de comprar este periódico.
The Sunday Leader nunca ha buscado seguridad al articular sin cuestionamientos el punto de vista mayoritario. Enfrentémoslo, esa es la forma de vender periódicos. Por el contrario, como lo demuestran a lo largo de los años nuestras piezas de opinión, a menudo dimos voz a ideas que mucha gente encuentra sin gusto. Por ejemplo, hemos consistentemente abrazado la visión de que mientras el terrorismo separatista debe ser erradicado, es más importante apuntar a sus raíces, y hemos urgido al gobierno a ver la disensión étnica de Sri Lanka en el contexto de la historia y no a través del telescopio del terrorismo. Hemos, además, agitado contra el terrorismo en la tan llamada guerra contra el terror, y no hicimos secreto nuestro horror el que Sri Lanka sea el único país en el mundo que rutinariamente bombardea a sus propios ciudadanos. Por estos puntos de vista nos han etiquetados como traidores, y si esto es traición, pues llevamos esa etiqueta orgullosamente.
Mucha gente sospecha que The Sunday Leader tiene una agenda política: no es así. Si nos mostramos más críticos del gobierno que de la oposición es solamente porque creemos que- ruego excusarme al usar el argot del cricket- no hay anotación cuando se bolea al lado de los fildeadores. Recuerden que en los pocos años de nuestra existencia en que la UNP ha estado en el poder, probamos ser la más grande espina en su cuerpo, exponiendo los excesos y la corrupción donde sea que ocurriese. En efecto, la estable publicación de vergonzozas situaciones bien podría haber servido para precipitar la caída del gobierno.
Pero nuestro disgusto por la guerra no debería interpretarse como un apoyo a los Tigres. El LTTE está entre las más despiadadas y sangrientas organizaciones que jamás hayan infestado el planeta. No es un triunfo el decir que debe ser erradicada. Pero hacerlo violando los derechos de los ciudadanos tamiles, bombardeándolos y disparándoles inmisericordemente, no sólo es equivocado, sino que avergüenza a los cingaleses, cuyo clamor por ser custodios del Dhamma es eternamente puesto en duda por esta postura salvaje, mucha de la cual es desconocida debido a la censura.
Lo que en realidad es más una ocupación militar del norte y este del país condenará a la gente tamil de aquellas regiones a vivir eternamente como ciudadanos de segunda clase, privados de toda autoestima. No crean que podrán aplacarlos mostrando "desarrollo" y "reconstrucción" en la era post-guerra. Las heridas de la guerra los aterrorizará por siempre y tendrán también una aún más amarga y odiosa diáspora para contener. Un problema susceptible de una solución política se tornará así en una herida enconada que dará paso a una confrontación eterna. Si me veo molesto y frustrado es solamente porque la mayoría de mis compatriotas -y todos los del gobierno- no puedan ver este escrito tan claramente en la pared.
Se sabe muy bien que he sido atacado brutalmente dos veces y que en otra ocasión mi casa fue tiroteada con ametralladoras. A pesar de las declaraciones hipócritas del gobierno, la Policía nunca llevó a cabo una investigación para descubrir a los autores de estos ataques y los agresores nunca fueron detenidos. En todos estos casos tengo motivos para creer que los ataques fueron propiciados por el Gobierno. Cuando finalmente sea asesinado, será el Gobierno quien me asesine.
Lo irónico de esto -algo que ignora la mayor parte de la sociedad-, es que el presidente Mahinda Rajapaksa y yo somos amigos desde hace más de 25 años. De hecho, sospecho que soy una de las pocas personas que suele llamarle por su nombre y emplear el tratamiento familiar en cingalés -oya- al hablar con él.
Mahinda Rajapaksa, presidente de Sri Lanka.
Tomado de seithy.com
Aunque no asisto a las reuniones que suele organizar periódicamente con los directores de periódicos, casi nunca pasa un mes sin que nos veamos, en privado o con algunos amigos íntimos, a altas horas de la noche en la residencia presidencial. En estas ocasiones intercambiamos anécdotas, hablamos de política y hacemos bromas sobre los buenos tiempos. Por tanto, resulta apropiado que le dirija unos comentarios en estas líneas.
Mahinda, cuando finalmente lograste abrirte camino y obtener la candidatura a la presidencia por el Partido Libertad de Sri Lanka en el 2005, en esta columna recibiste una acogida más favorable que en ningún otro lugar. De hecho, rompimos con una tradición de una década al emplear tu nombre, en lugar de tu apellido, para hablar de ti. Eran tan conocidos tus compromisos con los derechos humanos y los valores liberales que te recibimos como una bocanada de aire fresco. Más tarde, en un acto de temeridad, te viste involucrado en el escándalo de Helping Hambantota. Después de un profundo examen de conciencia revelamos lo ocurrido y te instamos a que devolvieras el dinero. Para cuando lo hiciste, varias semanas más tarde, tu reputación ya había recibido un duro golpe. Es algo que aún intentas olvidar.
Tú mismo me dijiste que no anhelabas la presidencia. No tuviste que anhelarla: la pusieron a tus pies. Me has dicho que tus hijos son tu mayor felicidad y que te encanta estar con ellos cuando permites que tus hermanos manejen la maquinaria del estado. Ahora quedará claro para todos que esa maquinaria ha sido manejada tan bien que mis hijos perderán a su padre.
Tras mi muerte sé que harás las declaraciones hipócritas de costumbre y pedirás a la Policía que lleve a cabo una investigación rápida y exhaustiva. Pero al igual que ha sucedido con todas las investigaciones anteriores esta tampoco descubrirá nada. La verdad es que ambos sabemos quién estará detrás de mi muerte, pero no nos atrevemos a decir su nombre. Pues no sólo mi vida está en juego, sino la tuya también.
Tristemente todos los sueños que tuviste para nuestro país en tus días de juventud, en tan solo tres años los has reducido a la basura. En el nombre del patriotismo has pisoteado los derechos humanos, alimentado una desenfrenada corrupción y derrochado dinero público como ningún otro presidente antes que tú. De hecho, tu conducta ha sido como la de un niñito que de repente se lo suelta en una juguetería. Esa analogía es, quizás, inadecuada, porque ningún niño ha causado tanto derramamiento de sangre en esta tierra como lo has hecho, o pisoteado los derechos de sus ciudadanos como tú. A pesar que estás tan embebido del poder que no te deja ver, tendrás que lamentar que tus hijos sean tan ricos en una herencia de sangre. Ello solo puede traer tragedia. Por mi parte es con una clara conciencia que voy al encuentro con mi Creador. Deseo, cuando te llegue tu momento final, que puedas hacer lo mismo. Lo deseo.
Por mi parte, tengo la satisfacción de haber caminado siempre erguido y de no haberme doblegado nunca ante ningún hombre. Y no he hecho este viaje solo. Otros compañeros de otras ramas de los medios informativos han caminado conmigo: casi todos están muertos, encarcelados sin juicio o exiliados en países lejanos. Otros caminan bajo la sombra de la muerte que tu presidencia ha proyectado sobre las mismas libertades por las que antes luchaste con tanta fuerza. Nunca se te permitirá olvidar que mi muerte se ha producido bajo tu mirada. Aunque reconozco que estarás angustiado, también sé que no tendrás más remedio que proteger a mis asesinos: te encargarás de que los culpables nunca sean condenados. No tienes más remedio. Me apena por ti, y Shiranthi tendrá un largo tiempo para estar de rodillas cuando luego vaya a confesar no sólo sus propios pecados que deba confesar, sino aquellos de su extendida familia que te mantiene en el poder.
A los lectores de The Sunday Leader, qué otra cosa puedo decirles sino darles las gracias por el apoyo que han brindado a nuestra misión. Hemos apoyado causas impopulares, defendido a los débiles que no podían defenderse, chocado de frente con los poderosos que, hinchados de poder, habían olvidado sus orígenes; hemos denunciado la corrupción y el despilfarro de las rupias de sus impuestos que tanto les ha costado ganar, y nos hemos asegurado de que, independientemente de la propaganda del día, pudieran escuchar una opinión contraria.
Por esto, mi familia y yo hemos ahora pagado el precio que sabía, desde hace mucho tiempo, que algún día debía pagar. Estoy, y siempre he estado, dispuesto a pagarlo. No he hecho nada para evitar las consecuencias: no tengo seguridad, no tomo precauciones.Quiero que mi asesino sepa que no soy un cobarde como él, que no me oculto tras escudos humanos mientras condeno a miles a la muerte. ¿Quién soy yo entre tantos? Hace mucho que está escrito que me quitarán la vida y también quién lo hará. Lo que queda por escribirse es cuándo se hará.
Sepelio de Lasantha Wickrematunge. Su ex esposa, Raine, madre de sus
tres hijos, llora junto al cadáver. Tomado de sundaytimes.lk
Que The Sunday Leader continuará librando una guerra justa también está escrito. Pues no he luchado solo. Muchos más de los nuestros tendrán que ser -y serán- asesinados antes de que entierren al Leader. Espero que mi asesinato no se entienda como un fracaso de la libertad, sino como una fuente de inspiración para que los supervivientes redoblen sus esfuerzos. De hecho, espero que ayude a galvanizar las fuerzas que guiarán a una nueva era de libertad en nuestra amada madre tierra. También espero que abra los ojos de su Presidente el hecho de que a pesar de que muchos sean masacrados en el nombre del patriotismo, el espíritu humano resistirá y florecerá. Ni todos los Rajapakses juntos pueden asesinar eso.
A menudo la gente me pregunta por qué tomo tales riesgos y me dice que es cuestión de tiempo antes que sea eliminado. Desde luego que lo sé: es inevitable. Pero si no lo decimos ahora no quedará alguien que pueda hablar por los que no lo pueden hacer, no importa si sean minorías étnicas, los discapacitados o los perseguidos. Un ejemplo que me ha inspirado a través de mi carrera en periodismo ha sido el del teólogo alemán Martin Niemöller. En su juventud era un antisemita y admirador de Hitler. Sin embargo, a medida que el nazismo tomó el control de Alemania, él vio lo que realmente era: Hitler no solamente buscaba extirpar a los judíos, sino a cualquiera con un punto de vista alternativo. Niemöller habló y por ello fue encarcelado en los campos de concentración de Sachsenhausen y Dachau de 1937 a 1945, donde estuvo muy cerca de ser ejecutado. En prisión escribió un poema que, la primera vez que lo leí en mis años de adolescente, se quedó preso en mi mente:
Primero vinieron por los judíos
Pero como yo no era judío, no dije nada
Luego vinieron por los comunistas
Pero como yo no era comunista, no dije nada
Luego vinieron por los sindicalistas
Pero como yo no era sindicalista no dije nada
Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya no había nadie más que dijera nada.
Si no recuerdas nada más, recuerda esto: The Leader está allí para ti, seas cingalés, tamil, musulmán, de baja casta, homosexual, disidente o discapacitado. Su personal luchará, sin doblegarse y desprovisto de temor, con el coraje al que ha estado acostumbrado. No den por sentado este compromismo. Que no haya duda que cualquier sacrificio que los periodistas hagamos no son hechos para nuestra propia gloria o enriquecimiento: son hechos para ustedes. Si lo merecen es otro asunto. Por lo que a mí respecta, Dios sabe que traté.