Tomado de www.elpais.com
Ha muerto Tomás Eloy Martínez. A sus 75 años, batallando hasta el final contra ese enemigo que tiene muchas más armas que cualquiera: el cáncer. Ese, el que se lleva casi siempre a uno que otro familiar y que se esconde -agazapado entre las sombras de los futuros quizás- con el deseo de alguna remota vez taladrar también sobre nosotros su dolor.
Ha muerto Tomás Eloy, el periodista, el novelista, el ensayista. El hombre que caminó entre la realidad y la ficción. El argentino apasionado por el oficio, por tratar de apostar siempre por la palabra, por la búsqueda del relato como la mejor forma de conectarse con ese público que la mayoría de las veces quiere que le expliquen el mundo solventemente, pero como lo hacían los abuelos. De forma simple, sin arrogancias ni tecnicismos.
"(...) Si los lectores no encuentran todos los días, en los periódicos que leen, una crónica, una sola crónica que los hipnotice tanto como para que lleguen tarde a sus trabajos o como para que se les queme el pan en la tostadora del desayuno, entonces no tendremos por qué echarles la culpa a la televisión o a internet de los eventuales fracasos, sino a nuestra propia falta de fe en la inteligencia de los lectores".
Así visualizaba Tomás Eloy al oficio. Quiero dejarles algunas de sus frases con relación al silencio, en este maravilloso texto del 2001. Son tan precisas para nuestra Latinoamérica que se debate con un poder que busca mecanismos del siglo XXI para silenciar a ese periodismo de contrapoder del siglo XXI.
"Es verdad que, en algunos casos, la brutalidad o la tontería del Poder imponen la retórica excluyente del silencio. Para poder hablar después hay que sobrevivir ahora. Esa fue la desgarradora alternativa que afrontaron los internados de los campos de concentración, donde quiera existieron esos campos: en Auschwitz, en la isla Dawson, en los chupaderos de Buenos Aires. ¿Enfrentarse al Poder con la certeza de la derrota o fingir resignación ante el Poder para dar luego testimonio de la ignominia? Pero cuando el silencio dura demasiado tiempo, la palabra corre el riesgo de contaminarse, de volverse cómplice. Para hablar hace falta valor, y para tener valor hace falta tener valores. Sin valores, más vale callar".
"Hace casi dos décadas, a medida que se iba reconquistando la democracia en Brasil, Uruguay, Argentina, Chile y Bolivia, algunos periodistas pensaron que debían callar los errores de los gobiernos recién elegidos porque la sombra de las dictaduras militares todavía se alzaba en el horizonte y señalar los tropiezos de algo por lo que tanto se había luchado y que era tan fresco aún, tan inmaduro, equivalía a una traición. Para cuidar la democracia, se pensaba, era preciso disimular sus pasos en falso. Y sin embargo, nada es menos democrático que callar. ¿Qué sentido tendría proteger la democracia privándola de su razón de ser: la libertad de pensar, de expresar, de saber? ¿Para qué querer algo que no nos atrevemos a vivir?"
"Una de las peores afrentas a la inteligencia humana es que sigamos siendo incapaces de construir una sociedad fundada por igual en la libertad y en la justicia. No me resigno a que se hable de libertad afirmando que para tenerla debemos sacrificar la justicia, ni que se prometa justicia admitiendo que para alcanzarla hay que amordazar la libertad. El hombre, que ha encontrado respuesta para los más complejos enigmas de la naturaleza, no puede fracasar ante ese problema de sentido común".
Consulta acá un muy buen resumen de la obra literaria de Tomás Eloy Martínez, sus artículos periodísticos y críticas.
2 comentarios:
Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.
Así es, Ivette. Es una verdad indiscutible e inexorable. Saludos
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